sábado, 26 de febrero de 2011

3 sueños

dicen que dejar de tomar imipramina sin orden médica puede producir pesadillas...

Aquella noche, después de reir de las ocurrencias de mi hermano mayor postizo, Hugo, me fui a dormir sin el asqueroso sabor de boca que me produce el Talpramin y más bien con un sabor de boca particualarmente bueno. Era temprano y al otro día tenia cita en...

Cuando quise moverme no pude. Me di cuenta de que mi moderna armadura negra estaba atorada en la puerta. Sigue tú sin mí, le dije a mi compañero, esperando que volviera con ayuda. Me quedé sola tratando de safarme, pero entre más me movía, todos mis radares y sensores se rompian irremediablemente.

De pronto todo quedó a oscuras y no supe nada. Cuando abrí los ojos estaba en un cuarto como de hotel, lujosamente adornado, no sentía dolor, no tenía marcas de nada y entonces lo comprendí todo. Un segundo después de que recobrara la consciencia la pantalla delante mio se encendió, ahí estaba el malvado ente mutante ordenándome alistarme para cuando su amo llegara.

Miré la bata de seda, la finísima lenceria al lado mío, no sabía cuanto tiempo había pasado y no podía saber si la ayuda vendría o, si lo hacía, en que momento sería. Miré de reojo al ente mutante en la pantalla, su armamento era mucho menos avanzado que el mio, pero era inutil pensar en ello, me habían desarmado totalmente.

Ante los gritos de la cosa esa en la pantalla comenzé a cambiarme lentamente, era asqueroso sentir la lujuria de sus ojos conforme me iba desvistiendo. Cuando al fin estuve lista, me volví a tumbar sobre la enorme cama rodeada de almohadas. El ente desapareció de la pantalla, pero segundos después apareció su enorme, gordo y hediondo amo, un ente de lo más repulsivo que corria torpemente a avalanzarse sobre mí. Tenía el cuerpo gris y seboso y la cabeza calva llena de costras grises y purulentas.

Ya lo tenía encima cuando se oyeron disparos! La cosa esa se distrajo un segundo, tiempo suficiente para tirarle un puñetazo en la cara que lo dejó aturdido el tiempo suficiente para desasirme y àgil como pluma correr y saltar por la ventana, usando la bata de paracaidas...

Corrí como loca, no se como llegué a la calle, subí a la azotea de una casa y robe ropa, una vez vestida, me fui saltando de azotea en azotea, con saltos cada vez más grandes, yo era un gato, una pantera, casi podía volar...



Estaba en casa de mi abuela, en la sala para ser precisa, sabía que vendrían por mí. Sentí su presencia muy cerca, nadie más sospechaba nada, pues nadie más me creia, así que cuando sentí su llegada inminente, eché a correr hacia afuera.

Otra vez trepé por la pared, corri azotea tras azotea, sorteando toda clase de tinacos, perros rabiosos y tenderos de toda clase hasta llegar un lugar donde no me buscarían: el metro Talismán.

To be continued...

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